XIX
Nunca pude fotografiar golondrinas,
Nunca pude escribir mi amor.
Nunca pude atraparlas ni en la ilusión de fotografiar,
Ni en la ilusión de escribir.
Se escapan, siempre, y a mí me gusta así.
Tan libres que ni las palabras alcanzan,
Tan libre que desborda.
Porque nada de mí atrapa nada de vos.
Y a mí me gusta así.
XVIII
Te miro y me pregunto,
¿por qué tanto miedo?
¿por qué tanto dolor?
¿por qué tanto odio?
¿por qué tanta violencia?
Te miro y no puedo evitar preguntarme por qué,
aunque sepa que ni vos lo sabés.
Pero, ¿por qué?
¿por qué tanto miedo?
¿por qué tanto dolor?
No sé, no entiendo
y no es que quiera entender,
pero no puedo evitar sentir tu dolor en mi piel.
XVII
Control
Represión
Miedo
¿Cómo se nos metió tanto el miedo?
¿Cuándo ganó el miedo?
¿Por qué miedo?
La vida coartada por el miedo.
¿Miedo a qué?
A la vida.
Qué loca ironía.
¿Qué loca?
Locura dónde, si reina el miedo.
Le entregaste tu locura al miedo.
Le entregaste tu vida al miedo.
Y todo por miedo.
Miedo a volar,
morirás en el nido.
Miedo a crecer,
morirás en la tierra.
Miedo a flotar,
morirás en el fondo.
Morirás, moriremos todos.
Pero lo harás y solo habrás sentido miedo.
Mira las estrellas,
asfixiadas se apagan,
pero explotando vibran
y las sentís bailar.
XVI
Ya sé
Ya vi.
Andá,
Enfrentá.
¿Enfrentá qué?
Metete mil veces en la misma agua.
¿Para qué?
Dejala.
Que se evapore y llueva,
Que se mueva y las olas azoten mi mirada
Que se estanque en el olvido.
Dejala.
Porque no seré yo quien muera ahogada.
XV
Ni acá, ni allá
Una realidad irreal
Una luna cegadora
La materia hecha agua
La marea sin orilla
Infinitas olas eternas
Una realidad irreal
Una realidad hecha agua
Una realidad escurrida
Entre dedos solitarios
Entre dedos cansados
Entre dedos rendidos
XIV
El silencio de la eternidad,
el silencio de la existencia.
Pero en ella respiran oídos,
Respiran, inhalan, exhalan.
La distancia entre dos pájaros
desvanecida por la nota que quiebra el tiempo y el espacio.
El silencio emana de infinitos sonidos que se funden,
alabando la serenidad que llamamos caos.
XIII
Con sangre en los ojos cocí mi ceguera.
La búsqueda enfrentada siempre a la negra soledad.
Hoy, aquí y ahora, lágrimas corren bajo las pupilas dilatadas ante la existencia.
XII
Quemada, buscaba una luz suave.
Cegada, acurrucaba su mirada desvaneciendo.
Una rosa en la luna.
Una lágrima en el sol.
XI
¿Por qué ese vuelo tan ligero,
pero tan sentido?
¿Por qué esa mirada tan intensa,
pero tan fugaz?
¿Por qué?
¿Por qué perdida entre sentimientos?
¿Por qué perdida entre pensamientos?
¿Por qué?
¿Cómo una vida de amor,
de pasión,
de locura,
de sentido?
Un vuelo sostenido por el miedo,
no.
Un vuelo sostenido por el dolor,
no.
Un vuelo sostenido por una ilusión,
no.
Un vuelo sostenido por cenizas esparcidas en el viento.
Cayó, sangró y no murió.
Pasaron, pasado, pero fueron,
fueron la trampa en la que cayó,
giró y cayó pero voló.
X
¿A dónde vas, pequeña, con tus trapos de mentiras?
Tus trapos morirán quemados bajo el sol,
la luz no es la solución.
Sí, te entiendo, el brillo hechiza,
la suavidad enamora,
la mentira calma.
Pero, ¿a dónde vas, pequeña, con tus trapos de mentiras?
El almíbar del resguardo terminará colándose en tus sueños,
desbordarán tu mirada.
Explotará en gotas de mar y sangre,
y quemada, tu piel no sentirá el calor de su derrame.
No quieras más unir tus huesos rotos con trapos de mentiras,
¿a dónde vas, pequeña?
Yacer inmóvil bajos los vendajes no es la solución,
aunque pidas a gritos su quietud.
Que las luces de la vía se apaguen consumadas,
y no olvidadas bajo las mentiras de tus trapos.
IX
Quiere volver,
pero no puede.
Quiere volver,
para saber quién fue.
Quiere volver para saber quién es.
¿Quién fue aquella que ni lágrimas derramó?
Fue, sabe que fue y sabe que siguió,
pero no puede recordar qué sintió.
¿Sentía? ¿Era? ¿Existía?
No sabe, no entiende y la frustración la retiene.
La lágrima que quiere caer, pero no cae.
La palabra que quiere salir, pero no sale.
Y sola, sonríe. Le quedó la ironía de la victoria barrida.
VIII
Mirate,
Y que lo que veas esté rasgado,
Esté usado,
Esté curtido.
Mirate,
Y que lo que veas no sea oro,
No sea pulido,
No sea acabado.
Mirate,
Tocate,
Sentite.
Estallá siempre,
Quemá siempre.
Sé siempre.
Los cuerpos intactos quedan aislados
Y el ser sin aire no respira.
Al aire le teme,
La dependencia le duele,
Y todo contacto es un duelo con la muerte.
Mirate,
Sentite
Y quemá siempre.
VII
Mirate perdida en la lluvia.
Mirate sin mirar,
sin que en tus ojos caiga la verdad,
mirate perdida.
Perdida y olvidada,
desintegrada y destruída,
con que horror asoma la mirada,
del anclaje del deseo.
Mirate perdida, quebrada,
ni el vuelo más alto,
ni el sepulcro más oscuro,
servirán de reflejo a tu olvido.
Mirate perdida, desintegrada,
porque en tu mirada destruida,
el velo ha quitado su deseo
y ha olvidado su suspiro.
VI
Duele, siempre el mismo dolor,
como un cuerpo envenenado.
Siempre el mismo dolor,
siempre el instante incompleto,
siempre la falta,
siempre la ausencia.
Soltame, dejame,
como me soltaste siempre.
Soltame, o me suelto,
pero dejame.
Siempre lo mismo,
siempre me dejas,
siempre incompleta,
devorándome la ausencia,
alguna ausencia,
en algún lugar.
V
Perdida, vagaba sin rumbo
y en su camino ella estaba.
Quizás la miraba, quizás no la notaba,
pero ahí estaba.
Siempre. Pasajera, viajera del más allá,
distante por naturaleza,
alta y gloriosa,
solo así podía ser su existencia.
Su existencia para mi mirada.
La vida la encendía
y despertaba en mí el deseo más fuerte,
aunque inalcanzable,
su brillo iluminaba mi ser.
Tu mirada no la notaba,
sin embargo, ahí estaría ella siempre,
brillando y viajando en su propio camino,
aunque no la mirabas.
Y si un día tus ojos encontraban en ella un brillo especial
y olvidado del mundo sobre el que tus pies flotan,
decidías entregarte a ella,
nos miraríamos
como dos lunas en un mundo sin miradas.
IV
La vida pasa y no se siente,
pero ella posa su cabeza en sus manos
y espera.
No sabe qué espera,
pero espera.
La vida tiene que sentirse,
se dice,
y espera.
No sabe qué espera,
sabe que no sirve esperar,
pero espera.
Y no siente la vida pasar,
no siente
y espera.
El infinito se hace esperar.
III
Y pienso que no nací con eso,
siento su falta,
su ausencia.
Reposo la espalda
ante un horizonte tranquilo
y una daga me aplasta.
Pero te veo,
te veo
y sigo.
II
Amargada, amargada,
allá, perdida,
perdida,
¿por qué tan perdida?
No tenía sentido.
¿Qué hace?
¿Es mi espejo?
Todo trastoca para socavar la razón,
todo tambalea para que el instinto te llame.
Olvidaste tu tierra,
tu ser,
tu naturaleza.
Siempre un sueño ideal,
siempre un sueño de palabras.
Y nada,
acá siempre quedará el vacío de un ser despojado
que tiembla en una fría mañana de invierno.
I
Uno a uno fueron cayendo
los velos de los mundos posibles.
En el suelo yacían como cenizas
de un fuego consumado.
Yacían, a la espera de un suspiro.
El suspiro del desahogo,
del aire volviendo al cuerpo
que la vida había resignado.
La vida temblorosa en sus manos,
su ser consumido por el instante.
Los velos yacían, los velos rasgados,
marchitos,
a los que la guerra había ajado.
Sin piel, sin tiempo, sin espinas y sin pétalos.
Todo yacía sereno en el suelo
mientras sus labios se fundían
en el beso melancólico de sus almas.