martes, 19 de mayo de 2015

¿Y si es un juego?

Todos, vivamos de la manera que vivamos, sentimos el vaivén de nuestras emociones, porque la naturaleza nunca se queda quieta en el mismo estado, y nosotros, como parte de ella, funcionamos de igual manera. Las ganas de dotar todo de sentido se enfrentaron a una explicación que permite sacarle el sentido y volver a dárselo, ilimitadas veces, y eso, como todo, tiene sus vaivenes. Pero esta elegí yo, o mejor dicho, por esta estoy atravesando ahora. La conjunción de flujos me suelen hacer sentir movimientos cíclicos en mi vida, en mi día a día, unas ondas que suben y bajan, pero no repitiendo la misma vivencia sino la misma forma, aunque el contenido cambia. Pero quizás levemente la forma esté cambiando, pero como se da lentamente, antes de notar el cambio ya estamos demasiado adaptados como para notarlo. Quizás también ahí haya algo de “impronta” personal, porque me atrevo a pensar que los períodos de adaptación a las diferentes realidades puede tomar diferentes formas en cada uno de nosotros, y probablemente también ocurra que ninguno de los cambios (que, por cierto, nunca cesan de acontecer) que enfrentamos se dan de la misma forma, pero están ahí, su existencia es inevitable aunque cambie la forma. Pero si es así, ¿por qué será que sentimos que hay puntos que revivimos en muchas figuras diferentes? ¿Será que acaso esos son nuestros puntos límites, son los que nos dicen “pará acá”? ¿Será que volver efectivamente al mismo punto es no poder mover ni superar esos límites? ¿Será que en notar los sutiles, leves cambios que tiene nuestro estado interior cuando se reencuentra con sus límites, es donde vemos el crecimiento, el continuo efecto del cambio exterior en el cambio interior, el vínculo entre ellos? Y, ojalá, sea de esas sutiles percepciones que podemos entender los juegos en los que entran en la partida, no solo el azar, sino todos los jugadores a los que les demos entrada. 

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